VER TAMBIÉN:
> Proceso de selección del Director General de la
OMC
> Biografía
de Lamy
Consejo General de la OMC
Ginebra, 26 de enero de 2005
Señor Presidente,
Señoras y señores embajadores,
Estimados amigos,
Quisiera consagrar esta introducción a explicar mi posición respecto a
la apertura del comercio en el mundo actual, al papel de la
Organización Mundial de Comercio (OMC) en este proceso, al rol que ha
de jugar el Director General al servicio de la organización y
finalmente, a cual podría ser mi contribución si deciden confiarme
esta función.
Lo haré sobre la base de mi propia experiencia, pero también a partir
de las observaciones que he podido recoger durante el mes que he
pasado aquí, en Ginebra, escuchando a muchos de ustedes en tanto que
miembros del Consejo General.
El comercio al servicio del crecimiento y del desarrollo
Mi punto de partida es simple: la apertura
del comercio y la reducción de obstáculos al comercio ha tenido, tiene
y tendrá como objetivo esencial el promover el crecimiento y el
desarrollo, mejorar el nivel de vida y reducir la pobreza.
Pero esta apertura ni es natural ni es automáticamente beneficiosa.
Necesita insertarse en un sistema construido sobre reglas comunes y
sobre políticas domésticas adecuadas.
Tras la creación del GATT, hemos franqueado etapas importantes en la
construcción de este orden, lo cual debe de ser motivo de
satisfacción. Pero aun queda mucho por hacer, y de ahí el lanzamiento
de la nueva ronda multilateral de negociaciones en 2001.
Ahora bien, las reglas del comercio mundial han ido evolucionando
también con las prioridades de la agenda internacional: seguridad,
paz, libertades y desarrollo.
El desarrollo es hoy la prioridad de la agenda internacional, como lo
atestiguan los objetivos del milenio de Naciones Unidas. Debe, por lo
tanto, ocupar un lugar central en el sistema de comercio mundial.
No quiere esto decir que hasta ahora el comercio no haya contribuido
al desarrollo. En los últimos 20 años los países en desarrollo han
triplicado sus exportaciones totales. Pero estas nuevas posibilidades
han sido repartidas y utilizadas de forma desigual, bien sea porque
las reglas de juego eran desiguales, porque la capacidad para
explotarlas era desigual o bien porque los países más débiles no han
podido realizar los ajustes necesarios.
Cualquiera que sea la razón, lo que cuenta es el resultado y la
percepción del resultado. Nuestra prioridad ha de ser reequilibrar el
sistema de comercio internacional en favor de los países en
desarrollo. La apertura del comercio no es una condición suficiente,
dado que sus beneficios dependen en gran medida de la calidad de las
políticas de acompañamiento, pero es, en todo caso, una condición
necesaria, que necesita un mejor acompañamiento. Creo que todos
nosotros compartimos esto que yo llamaría el “Consenso de Ginebra”.
Para que el comercio contribuya al desarrollo, todos nosotros
decidimos que la ronda de negociaciones se llamase “Ronda del
Desarrollo”. Lo sé bien por haber sido uno de los autores de este
programa que promete una apertura más justa del comercio. Concluir
esta negociación es, por lo tanto, nuestra prioridad número uno, la
dos y la tres! Por supuesto, también hemos de ser capaces de
reaccionar ante situaciones de catástrofes o urgencias como las que
acabamos de conocer en Asia con el devastador tsunami.
El papel de la OMC al servicio de esta nueva agenda
¿Cómo debe evolucionar la OMC para acompañar
este cambio en el rol del comercio? Mi punto de partida es también
simple: la OMC debe seguir siendo el lugar principal, sino el único,
en el que se negocie la apertura de los intercambios comerciales. ¿Por
qué? Porque la negociación multilateral sigue siendo el medio más
eficaz y más legítimo de abrir el comercio.
El más eficaz, porque construye un sistema para todos sus
participantes y porque la OMC dispone de un mecanismo de solución de
diferencias que constituye un elemento avanzado de la gobernanza
mundial.
El más legítimo, porque es el más justo, dado que las decisiones las
toman todos sus miembros, grandes o pequeños, fuertes o débiles.
Pero, este multilateralismo se enfrenta hoy a nuevas dificultades que
el GATT no conocía y que son el resultado de la participación
creciente de los países en desarrollo en el comercio y en las reglas
que lo enmarcan. Para superar estas dificultades, la OMC debe de
adaptarse. El objetivo último ha de ser la creación de las mismas
reglas para todos los miembros. Pero todos conocemos también la
distancia que nos separa de este objetivo, y el que aquí y allá se
mantendrán determinadas especificidades. Esta no es la novedad del
consenso de Ginebra. El elemento nuevo es que la OMC debe integrarse
cada vez mas en un sistema en el que actores, estados u organizaciones
de gobierno internacional obran en favor del desarrollo. Por ello creo
que, si la OMC busca la construcción de reglas comerciales más justas
para asegurar un acceso al mercado mayor, durable, previsible y
transparente, habrá de ocuparse no solo de la creación de tales
reglas, sino cada vez más de su puesta en práctica, mejorando la
coherencia con las instituciones de Bretton Woods.
¿Necesita esto de reformas institucionales importantes? No lo creo.
Aprendemos más de nuestros fracasos que de nuestros éxitos. Por ello,
después de haber calificado de medieval a la organización tras dos
conferencias ministeriales memorables, creo necesario reforzar nuestra
eficacia y nuestra legitimidad. Pero toda reforma ha de preservar dos
principios esenciales: la OMC ha de seguir siendo dirigida por sus
miembros y la regla de consenso ha de continuar a aplicarse a nuestras
deliberaciones. La OMC es una organización intergubernamental. Esto es
precisamente lo que preconiza el informe Sutherland, que además
formula toda una serie de proposiciones interesantes sobre el
funcionamiento de la OMC.
El papel del Director General y del Secretariado General al servicio de la OMC
¿Cómo ha de adaptarse el Director General y
el Secretariado General a los cambios en los objetivos de la
organización? Mi respuesta es simple y clara: han de contribuir a
reforzar su legitimidad, su eficacia y su transparencia, manteniéndose
al servicio de todos sus miembros, pero mejorando la calidad de su
servicio, tal y como ha de hacerlo toda organización que se financie
con el dinero del contribuyente.
Considero que el Director General cumple un papel triple: es un
gestor, un abogado de la causa y un intermediario. Y digo el, porque
la lista de candidatos, muy a mi pesar, no incluye ninguna mujer!
Como gestor, el Director General es responsable de las actividades de
su secretariado, de la marcha de las operaciones, de la gestión del
personal. Debe así fijar objetivos y evaluar los resultados alcanzados
para dar cuenta a sus miembros, que son quienes votan el presupuesto.
Debe dirigir, y para ello ha de motivar, liderar y reformar si ello es
necesario, en particular para mejorar la transparencia. Para ello
habrá de seguir las reformas ya iniciadas en 1999 bajo la dirección de
Mike Moore y de Supachai.
Como abogado, el Director General es el portavoz de la organización y
de sus objetivos tal y como son definidos por sus miembros, tanto a
Ginebra como en las capitales, en las cuales deberá ser capaz de abrir
todas las puertas necesarias. También de cara a los medios de
comunicación, en debates con aquellos que hacen una crítica muchas
veces legítima así como con aquellos que cuestionan de manera más
fundamental la organización. Para ello el Director General ha de
hablar varios idiomas: el de los acuerdos de la OMC, que todos
conocemos por su complejidad y oscuridad, sobre todo para los no
iniciados. Pero también el idioma simple de la opinión pública. Un
Director General debe convencer y para ello ha de estar convencido.
Convencido, por ejemplo, de la prioridad del multilateralismo sobre
acuerdos regionales, cualquiera que sea su virtud. Estoy convencido de
ello y por eso he predicado con el ejemplo.
Como intermediario, el Director General ha de buscar el compromiso
entre miembros — cada vez mas más numerosos y por ello más
heterogéneos — con posiciones diferentes, a veces incluso opuestas.
Como ya he dicho, el compromiso entre miembros soberanos sigue siendo
la regla de esta organización. El Director General debe facilitar. Ha
de ser considerado como un interlocutor objetivo, un intermediario de
confianza capaz de reducir los desacuerdos, la desconfianza, los
prejuicios. Ha de ser el catalizador de esa química particular que es
el consenso, cooperando con todas aquellas y aquellos de entre
vosotros quienes ejercéis responsabilidades al frente de consejos o
comités. Debe ser ingeniero y mecánico. Tener siempre a mano el manual
de uso. Debe saber desaparecer cuando sea necesario y aparecer cuando
se le necesite.
Esta función es tan esencial como compleja, ya que no está definida en
los manuales que rigen la organización. El Director General de la OMC
no tiene poderes a este título, ya que esta es una organización
dirigida por sus miembros. La base de su función no reside en su
autoridad, sino en la confianza: el DG debe construir un capital de
confianza cuyo fruto será el respeto de su función, no para
acumularlo, sino para gastarlo al servicio de la organización.
¿Cómo estoy capacitado para servir a esta organización?
En diciembre 2002 ustedes adoptaron un
procedimiento de selección del sucesor del Dr. Supachai, con varias
etapas, y que incluye mejoras importantes y bienvenidas en materia de
transparencia, que constituyen una gran innovación respecto de la
práctica de otras organizaciones internacionales.
Los otros candidatos que habéis escuchado hoy son amigos que conozco y
que he frecuentado estos últimos años. ¿Por qué yo y no ellos? Es esta
una decisión que os corresponderá a vosotros durante el periodo de
consultas que se abre hoy. Por lo que a mí respecta, me abstendré de
atacarles por su pasado, por su pasaporte o por sus declaraciones.
Intentaré, únicamente, convenceros, tal y como ha de hacerlo un
Director General.
Casi todos vosotros me conocéis. Solo insistiré sobre un punto: podéis
contar con mi convicción, mi compromiso y mi capacidad de resistir a
las presiones. Durante los últimos cinco años he servido como
Comisario Europeo de Comercio. Mi hilo conductor fue la puesta del
comercio al servicio del desarrollo: el “Todo Menos las Armas”, el
acceso de países pobres a medicamentos o las subvenciones agrícolas a
la exportación son batallas que luché, recibiendo muchas veces golpes
en nombre de mi convicción. La apertura multilateral del comercio ha
sido mi prioridad.
Antes de esto serví en otras organizaciones políticas o del mundo
empresarial. Lo hice siempre respetando el mandato que recibí y
aquellos a quienes tuve que rendir cuenta, haciendo siempre prueba de
la necesaria independencia. Así lo haré si decidís darme esta
oportunidad. Deseo poner mis convicciones y mi experiencia al servicio
de esta organización. Mido bien la dificultad de esta tarea, en un
momento en que la prioridad de las prioridades ha de ser el éxito de
la reunión ministerial de Hong Kong, de forma que pueda abrirse la
puerta a la fase final de la ronda. Si queremos reforzar tanto el
multilateralismo como el desarrollo, lo cual es mi proyecto, tenemos
que aprovechar la pequeña ventana de oportunidad que se abre con Hong
Kong. Propongo antes que nada ponerme al servicio de este objetivo
prioritario.
Gracias por vuestra atención.